Historias naturales (1894), Jules Renard

Historias naturales” 

(Histories naturelles, 1894)

Jules Renard (1864-1910) francés
 
Ed. Debolsillo 2008, 213 pág.

-narrativa francesa-

Era el último libro que me quedaba por leer de Renard, y tenía que encontrar el momento porque sabía que me haría llorar y así ha sido. Los cuentos de animales son profundamente tristes, ya que sabemos con toda certeza que esos, esos animales de quienes habla el autor, están sin ninguna duda todos muertos. Los que hablan de personas también, pero es otra historia.


 
La estructura del libro en capítulos cortos dedicados a algún animal, las ilustraciones hechas por Toulouse-Lautrec, pueden hacer creer que se trata de un libro infantil. Pero no hay que dejarse engañar por esa especie de fábulas de sencillo aspecto. Detrás de cada escueta historia hay miles de horas de observación desde la peculiar y melancólica óptica de Jules Renard.

 
Jules que ha nacido en un pueblo y sigue pasando grandes temporadas de su vida adulta en el campo, ha sido sin duda un niño muy observador. Seguramente esas pequeñas escenas, llenas de ternura y también crueldad que se pueden vivir junto a las granjas, es dónde el pequeño Jules ha encontrado el sosiego necesario para seguir viviendo; en la contemplación admirada de la naturaleza.

 
 
Jules vive una época en la que ser cruel con los animales es normal “¡Pobres animales! (mientras un joven apalea a un perro) –Así se les trata en esta región. Yo sentía tanto asco como ella, pero estaba acostumbrado”, en la que tanto la caza como la pesca,  son actividades masculinas de prestigio, y sin embargo, Jules que caza y pesca por tradición, casi en honor a su padre, se siente mal, no puede soportar el sufrimiento de los animales que siente como sus congéneres. "Si llevo la escopeta es por compostura, para imitar a esos hombres que se toman en serio a sí mismos. No la utilizo jamás e incluso dejo los cartuchos en un cajón" (pág. 143) 

En el relato “Peces” nos habla del señor Vernet, que ya no caza, que sólo pesca y un día descubre cómo muere un pez y ya no puede hacerlo más. Como seguramente se sentía el propio Jules. Cuando habla de los animales de granja, no los ve como comida, sino como seres prácticamente humanos, que desprenden una tristeza infinita porque su corta y poco atractiva vida está supeditada a nosotros, que no somos mejores que ellos.


 
Es precisamente en este lenguaje en el que Jules Renard se convierte en un autor absolutamente moderno, por su punto de vista, por sus descripciones escuetas y precisas y por su contenido lleno de verdad.
 
 

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