(trabajo que entregué en la universidad hacia el 2002 aprox.)
Matemáticas y música, el pitagorismo del Cusano es evidente, y no lo oculta como puede leerse a lo largo del libro; “Por eso, Pitágoras creía con firmeza que todo se constituía por la fuerza de los números” p.16 y también
Pequeña introducción a la personalidad de Nicolás de Cusa
Nicolás de Cusa, así llamado por la ciudad de Kues, cerca de Tréveris (Alemania) donde nació en 1401. Su apellido era Kryfts o en la grafía modernizada, Krebs. Se le considera sobretodo italiano, ya que había estudiado en Padua. A los 25 años en 1426 (en otros lugares figura 1430 ¿) es ordenado sacerdote, a los 47, en 1448 llega a cardenal y fallece a los 63 años en 1464.
Su primera formación la tiene en Alemania con los hermanos de la “devoitio moderna” (expresión del misticismo alemán). Del 1418 a 1423 estudia en Padua, Derecho, que abandona al perder el primer juicio. Su educación abarca también la medicina y la matemática. Traba amistad con Pablo Toscanelli, posterior médico y astrónomo famoso. Es importante señalar que en 1450 tuvo diferencias con el duque del Tirol y permaneció en la cárcel por varios años.[1]
Hacia 1432 y con motivo del Concilio de Basilea, viaja a Constantinopla por encargo papal, donde desarrolla un papel importante en las conversaciones para acercar la iglesia griega a la romana, allí entra en contacto con la tradición bizantina. En el viaje de regreso empieza a redactar su obra más significativa “La Docta Ignorancia”
La mayoría de manuales consultados sobre la figura del Cusano coinciden en señalarlo como “un gran teólogo y filósofo neoplatónico” “punto de intersección”, “pensador puente”, entre la Edad Media y la Modernidad y su influjo se extendió desde Copernico, Bruno, Descartes entre otros.
La cosmología de Nicolás de Cusa según se expone en el libro “La docta ignorancia” (1438-1440)
La obra “La docta ignorancia” está dividida en tres libros, de los cuales el segundo está dedicado completamente a la descripción del universo. En los otros dos se habla de Dios y de Jesucristo utilizando métodos tomados de los procesos matemáticos, pero en su vertiente analógico-alusiva, el conocimiento que se obtiene es el de la docta ignorantia.[2] Son notables a lo largo de todo el texto las referencias a las que alude el Cusano, entre ellás: Sócrates[3], Salomón, Aristóteles, Minar, Pitágoras, Marciano, Boecio, San Agustín, Epicuro, San Anselmo, el rabí Salomón[4] , Hermes Trismegisto, Cicerón, etc... la labor sincretizadora de Nicolás de Cusa es ingente. Al mismo tiempo es sorprendente las pocas alusiones a la Biblia.
Siguiendo el método matemático desarrolla en todo el libro segundo su concepción astronómica:
Siguiendo el método matemático desarrolla en todo el libro segundo su concepción astronómica:
“los juicios astronómicos están en su particularidad muy lejos de la precisión... Si aplicamos esta regla matemática a las figuras geométricas...”p.73
“en música, la regla tampoco...”p.74 “señalemos que la armonía máxima y más precisa es la proporción en la igualdad; pero ningún ser humano puede oírla en su propia carne porque esa armonía arrebataría la razón de nuestra alma ... liberada de las cosas sensibles, oiría con el oído de la inteligencia, en un verdadero éxtasis, la armonía de los acordes supremos[5]” p.74
Matemáticas y música, el pitagorismo del Cusano es evidente, y no lo oculta como puede leerse a lo largo del libro; “Por eso, Pitágoras creía con firmeza que todo se constituía por la fuerza de los números” p.16 y también
“el ilustre Pitágoras cuya autoridad era inquebrantable en su época, estimaba que esa unidad es trina. Explorando la verdad de ese juicio, elevaremos nuestro espíritu para razonar de acuerdo con esas premisas” p.27, así como “Pitágoras, de quien se dice y es el primero de los filósofos, ¿no fundó toda la búsqueda de la verdad en los números” p.35 “pero todo está encerrado en lo denario pues no hay número por encima de él” p.90
A continuación aborda el concepto de infinitud del universo y a través de unos complicados razonamientos, acaba diciendo “por eso (el universo) no tiene término, porque no se puede encontrar en acto algo mayor que lo termine; y de aquí que sea un infinito privativo” p. 76, o como redefine Koyré “su universo no es infinito (infinitum) sino interminado (interminatum), lo cual significa no sólo que carece de fronteras y no está limitado por una capa externa, sino también que no está –terminado- por lo que atañe a sus constituyentes... nunca alcanza el límite[6]”.
Dedica gran parte del texto a la presencia divina en el universo, pasando seguidamente a descripciones más precisas de su cosmología:
“El mundo no tiene circunferencia... y aun cuando nuestro mundo no sea infinito, tampoco podemos concebirlo como finito, ya que no está encerrado entre límites de ninguna clase. Luego la Tierra, que no puede ser el centro, no puede carecer absolutamente de movimiento... la Tierra no es el centro del mundo... La Tierra no es por tanto, el centro ni de la octava esfera ni de ninguna otra... De esto deducimos con toda evidencia que la Tierra está en movimiento” p.108-110
Tampoco la Tierra es esférica... aunque tiende a la esfericidad... La figura de la Tierra es, pues movil y esférica y su movimiento circular” p.111
Finalmente se ocupa de la condiciones de la Tierra en el cosmos, adoptando la posición renacentista de elevarla a un puesto más noble, empieza:
“toda criatura es perfecta” p.79
“el color negro de la Tierra no prueba que nuestro planeta sea vil... es una estrella noble... no podemos decir que la Tierra sea vil porque sea más pequeña que el Sol... tampoco la influencia que recibe puede constiruir una prueba de imperfección... ni siquiera la corrupción de las cosas en la Tierra, hecho probado por la experiencia, puede ser prueba válida de falta de nobleza” p. 111-116
Aunque Koyré expresa que “fue Nicolas de Cusa, el último gran filósofo de la agonizante Edad Media, el que rechazó por primera vez la concepción cosmológica medieval, y a él se le atribuye frecuentemente el mérito, o el crimen, de haber afirmado la infinitud del universo”[7] Koyré no es un entusiasta de la influencia del Cusano en sus predecesores “por más que tantas veces se haya pretendido así, no es un precursor de Copérnico”[8]. A pesar del indudable mérito que le otorga Koyré al Cusano siempre es tibio con él “la concepción del mundo de Nicolás de Cusa no se basa en una crítica de las teorías astronómicas de su tiempo y no conduce, al menos en su propio pensamiento, a una revolución en la ciencia”[9] “no está del todo claro el significado exacto de la concepción desarrollada por Nicolás de Cusa”[10] “resulta un tanto difícil decir con precisión que tipo de movimiento atribuye a la Tierra”[11] Koyré incluso cuando alaba la audacia del Cusano encuentra una razón para rebajarlo “Hemos de volver ahora nuestra atención hacia otro aspecto de la cosmología de Nicolás de Cusa, quizá el más importante históricamente: su rechazo de la estructura jerarquica del Universo y, muy en particular, su negación (junto con su posición central) de la particularmente baja y despreciable posición asignada a la Tierra por la cosmología tradicional. Desgraciadamente, también aquí su profunda intuición metafísica se echa a perder por concepciones cientifícas que no estaban a la vanguardia...”[12]
Eugenio Garín nos presenta una imagen más entusiasta sobre el papel de Nicolás de Cusa tanto en su tiempo como el su influencia posterior[13] Por un lado podemos destacar que en el año 1488 (24 años después de la muerte del Cusano) Pico della Mirandola pensaba trasladarse a Alemania para poder consultar la biblioteca del Cusano[14] lo que puede dar una idea de su importancia. Garín señala también que el Cusano “había contruído una palanca con la que hacer saltar la doméstica visión del mundo conservada por el aristotelismo medieval, sobrepasando sus antítesis al tiempo que reconquistaba junto a los nuevos platónicos una nueva concepción matemática de la ciencia... se trata basicamente de una roptura profunda con el –De coelo- y todo el cosmos aristotélico”[15] y es sobretodo en Bruno donde se deja sentir con más peso la influencia del Cusano “el –divino-Cusano con respecto a quien (Bruno) deja de reconocer la deuda contraída, considerándole como su otro maestro, el precursor metafísico de la nueva visión –física- del Cosmos”[16]
Es Kuhn, quien curiosamente le reconoce su influencia en Copernico y la Revolución Científica como precursor, “ (Copernico) es muy probable que como mínimo hubiera oído hablar del célebre tratado en que el Cardenal de Cusa deducía el movimiento terrestre de la pluralidad de mundos existente en el seno de un universo neoplatónico ilimitado”[17] Además también resalta la influencia sobre la idea de infinito que Digges descubre en el universo copernicano partía de las concepciones del Cusano[18]
Podría decirse como conclusión que la obra de Nicolás de Cusa fue el inició de una lenta pero poderosa renovación de las ideas sobre el universo a partir de métodos científicos y que sin duda fue la inspiración de toda la revolución científica posterior.
Notas
Se ha utilizado como referencia la tradución del libro “De la Docta Ignorancia” de Nicolas de Cusa, editado por Lantaro, Buenos Aires, 1948
[1] Nicolás Abbagnano –Historia de la Filosofía- tomo II, Hora, Barcelona, 1994, pág. 53
[2] Giovanni Reale, Dario Antiresi –Historia del Pensamiento Filosófico y Científico-tomo II,Herder,Barcelona,1999 pág.65
[3] La máxima socrática “Solo sé que no sé nada” puede haber sido inspirativa.
[4] Escritor hispano-judio (1021-¿)intentó armonizar la doctrinas religiosas del judaismo con el neoplatonismo.
[5] Clara alusión a la “música de las esferas” pitagórica
[6] Alexandre Koyré “Del mundo cerrado al universo infinito” Siglo XXI, Madrid, 1977, pág. 12
[7] Koyré, op.cit. p. 10
[8] op.cit., p. 13
[9] op.cit., p. 13
[10] op.cit., p. 17
[11] op. cit., p. 19
[12] op.cit., p.23
[13] Eugenio Garín “La Revolución Cultural del Renacimiento”, Crítica, Barcelona, 1984
[14] Garín, op.cit., p.187
[15] Garín, op.cit., p. 290
[16] Garín, op.cit., p.277
[17] Thomas S. Kuhn, La Revolución Copernicana, Ariel, Barcelona, 1996, pág. 196
[18] Kuhn, op.cit., p.301-303
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