"Autobiografía"
Henry M. Stanley (1841-1904)
ed. zeta bolsillo 2008, 809 pág.
El explorador, aventurero y periodista Henry M. Stanley nace en Gales, Inglaterra en 1841 y fallece en 1904 en Londres a los sesenta y tres años.
En 1869 recibió el encargo del "New York Herald", como periodista de encontrar al Doctor, explorador y misionero David Livingstone que gozaba de una extraordinaria fama y del que no se sabía nada en los últimos años. Finalmente en 1871 se encontraron y Stanley pronunció la famosa frase de "¿Doctor Livingstone, supongo?" (Dr. Livingstone, I presume?). Stanley no pudo convencer a Livingstone de que volviera con él, tan sólo pudo llevar a Inglaterra unas cartas personales, por lo que en principio no le creyeron.
De cómo una vida tan extraordinaria y tan colmada de aventuras en todo el mundo puede quedar reducida a una sola frase, es un misterio. Ya que, por ejemplo, la propia expedición de rescate de Livingstone formaba parte de una empresa más amplia que consistía en:
Hacer la crónica de la inauguración del Canal de Suez (17-11-1869); algunas observaciones sobre el Alto Nilo y la expedición de Baker; las excavaciones en Jerusalén; la política siria; la política turca en Estambul; las exploraciones arqueológicas en Crimea; la situación política y progreso en el Cáucaso; proyectos de Rusia en la región; asuntos transcaspianos; situación política en Persia, geografía y condiciones actuales; una mirada a la India y... finalmente ¡buscar a Livingstone en el África ecuatorial!
Todo ese periplo es tan sólo la punta del iceberg de una vida extremadamente dura y apasionante. Nace Henry Morton Stanley en Gales en 1841 con el nombre de John Rowlands. Su madre, soltera, se desentiende de él y lo deja al cuidado del abuelo y al morir éste a otros familiares que acaban abandonándolo en un asilo (St. Asaph) , cuando tiene unos seis años. En el más puro estilo dickensiano pasa su infancia en esa institución malvada creada para recluir a los huérfanos y los pobres, en la que son tratados con extrema dureza y con la fuerza de los golpes como si fuera una prisión. Mientras se encuentra allí su madre es ingresada junto con otra hija y otro hijo. Se la presentan pero ella no quiere saber nada de él. Al cabo de poco tiempo se marcha con el niño y deja a su hija, pero su medio hermana es una completa extraña para él. Mientras permanece en el asilo Stanley encuentra en Dios un refugio y consuelo a las desdichas del mundo que lo acompañará ya toda su vida, lo que le permite sobrevivir mentalmente. Cuando tiene unos doce o trece años se rebela frente una paliza que considera injusta y muele a palos al responsable del asilo, por un momento incluso cree que lo ha matado, pero no. Sin embargo, decide huir junto con un compañero para eludir las consecuencias. Durante un par de años intenta salir a flote bajo la tutela de parientes remotos que no desean que esté con ellos y es tratado con desprecio y penalidades. Han pasado diez y ocho meses desde que huyó del asilo. Ante la falta de oportunidades se enrola en un barco rumbo a América en el que también es tratado con extrema dureza para que llegando a puerto huya sin cobrar, en una práctica habitual. Stanley llega a Nueva Orleans con quince años, sin dinero y sin conocer a nadie. (1)
Deambulando por las calles del puerto buscando trabajo conoce a un comerciante que está de paso al que se ofrece y éste se apiada de su situación y lo recomienda a un almacén donde logra colocarse y durante un tiempo lograr un trabajo estable y un modo de vida digno. Pero el propietario del almacén fallece y el negocio es vendido. Mientras tanto ha hecho amistad con su benefactor inicial, Mr. Stanley, que le ha tomado cariño y con el que establece una amistad sincera. Sigue con los nuevos propietarios y con ocasión de la enfermedad y muerte de la Sra. Stanley de cuyo lado no desea separarse, pierde su trabajo. Después de variadas peripecias el Sr. Stanley decide adoptar al joven galés John Rowlands y pasa a llamarse Henry Morton Stanley en honor a su padre adoptivo. A los diez y ocho años conoce por primera vez en su vida, un cariño sincero, un abrazo y lavarse los dientes.
Ambos deciden montar un negocio cerca del río Arkansas, por lo que Henry se traslada a la zona para trabajar en un comercio y adquirir experiencia mientras su padre adoptivo marcha a Cuba para atender a un hermano enfermo. Está previsto que se encuentren después de unos meses, pero, ya no volverán a verse, el padre fallece repentinamente, sin que el joven Henry llegue a saberlo hasta mucho tiempo después, ya que mientras tanto estalla la guerra civil americana y se enrola en el ejercito confederado. Vive la guerra que nos cuenta en primera persona lo que a él le toca vivir. Es capturado y confinado en un campo de prisionero en el Norte. Después de ver cómo sus compañeros van muriendo como moscas por la suciedad, los parásitos y las enfermedades infecciosas, se pasa al ejercito del Norte para escapar de una muerte segura. Pero a los tres días se derrumba físicamente y es licenciado. Vaga al borde de la muerte por el campo hasta que logra que en una granja lo ayuden a sobrevivir.
Hasta ese momento leemos todo el texto en clave de autobiografía escrita por Stanley. Como en una primera parte. Pero a partir del final de la guerra americana el texto cambia de forma y se compone de amalgamas de otros relatos del autor, diarios y otras fuentes, por lo que se pierde cierta inmediatez. Esta segunda parte está editada por la que fue su esposa en sus últimos años Lady Dorothy Stanley (nacida Tennat) (2).
Es curioso como una autobiografía que está escrita por el propio protagonista de los hechos y por lo tanto se nos presenta tal y como éste desea verse, deje también tanto margen a nuestra propia interpretación. Podemos intuir claramente cómo Stanley se presenta a sí mismo de forma conveniente y algunas explicaciones no son claras y algunas seguramente falsas. El episodio final de su supuesto padre adoptivo es extraño y poco claro. Por otro lado, es evidente que Henry tiene un carácter peculiar en el que se mezcla el ansia por quedar bien y la evidencia de que se lleva mal con casi todo el mundo, consecuencia de sus traumas, desafectos infantiles y cierta manía persecutoria.
Henry M. Stanley es un hombre singular, sobre todo es un hombre de su tiempo: la era victoriana, cuya forma de pensar nos resulta distante y hasta desagradable, pero, hay que comprender que son fruto de una época. Dejando aparte sus historias personales, Stanley en sus años de periodista desarrolla una gran capacidad de observación de lo que le rodea. Todavía no existe la fotografía por lo que sus descripciones deben de ser más elaboradas. Cuando redacta su autobiografía ya es un periodista consumado y lo que nos relata está bellamente expresado y con una cierta calidad literaria, muy decimonónima y victoriana es cierto, pero al mismo tiempo con una gran cantidad de detalles cotidianos fascinantes y muy ilustrativos, que nos permiten viajar en el tiempo. Como cuando llega a Nueva Orleans:
"Pero la palabra grandiosa no llevaba la inmensa carga de sensaciones que asaltaban mis jóvenes ojos inexpertos. Hacía falta algún otro término para expresarlo todo. La brisa acariciadora, cargada de extraños efluvios de melaza en fermentación, azúcar semiquemado, café verde, pez, brea, salazón, ron y whisky rezumando a través de las duelas de los cascos... Llegamos al fondo de la calle de Tchapitoulas, que era la principal arteria comercial de la ciudad. Las gentes, de regreso de sus empleos, se apretujaban en las aceras, camino de la zona más residencial. Pasaban por centenares a mi lado con las fiambreras de su almuerzo; y aunque sucios por la índole de sus faenas, no parecían cansados ni deprimidos... atacamos una serie platos tan excelentes como nuevos para mí. Sopa de hibisco, avena, boniatos, brinjalls, bollos de harina de trigo, potaje de harina de maíz y leche y postres...
En la segunda parte del libro los hechos se amontonan de forma inverosímil ya que es casi incomprensible cómo este hombre pudo hacer tantas cosas y tan diversas. Después de la guerra civil y en un estado físico lamentable se le ocurre regresar a Inglaterra para visitar a su madre. Ella vuelve a rechazarlo. Durante un par de años se enrola en diferentes barcos mercantes que lo llevan por todo el mundo. Empieza a enviar despachos con noticias a periódicos. Se convierte en corresponsal. Acompaña a mandos militares en sus tratados con los indios americanos. Viene a España por las guerras carlistas, aprende español y es testigo de excepción en numerosas refriegas. Finalmente logra un empleo fijo en el "New York Herald" y lo envían en busca de Livingstone y treinta encargos más.
Después de la aventura con Livingstone, Stanley se dedica casi exclusivamente a la labor de explorador. Decide tras la muerte de Livingstone concluir su obra geográfica lo que le lleva a recorrer el río Congo hasta su desembocadura en el Atlántico. Tras lo cual está convencido de que estas nuevas tierras interiores inexploradas serán del interés del gobierno británico. Nada más lejos de la realidad. En ese momento Gran Bretaña parecía estar saturada de colonias y su interés por colonizar o defender nuevos territorios era remoto. Además el Congo era una posible colonia complicada, ya que el río no es navegable desde la costa, debe de remontarse a través de numerosas cataratas y el asentamiento de diferentes emplazamientos para asegurar la posición no lo hacía atractivo, así como las posibles riquezas a explotar eran difusas. Sin embargo, el rey Leopoldo II de Bélgica que no tenía colonias lo vio como una oportunidad única de la que se aprovechó en vista del poco interés británico. La siguiente expedición de Stanley (1874-1877) está financiada por el rey de Bélgica y consiste en explorar lo que sería el Congo belga.
La última gran misión es la del rescate de Emín Bajà que después del desastre del General Gordon en Jartún había huido de los seguidores del Madhí y había solicitado auxilio de Inglaterra. Teniendo presente el trauma por lo sucedido con Gordon, asesinado por la falta de ayuda, se logró con cierta facilidad financiación y voluntarios para el rescate. Emín Bajà que era gobernador de la provincia ecuatorial del Sudán egipcio, naturalista y físico era de origen alemán y sus verdaderas intenciones resultaron de lo mas oscuro y sinuoso. Por de pronto demoró su salida de la zona interminablemente. Una vez concluido el rescate que fue de lo más complicado y con un sinfín de pérdidas humanas, sobre todo por el hambre y las enfermedades, Emín sufrió un extraño accidente (se cayó por un balcón) y empezó a mostrar un comportamiento extravagante que rebeló finalmente su intención de servir a los intereses alemanes en la zona. Fue de mal en peor hasta que fue asesinado.
Durante todo este tiempo a Stanley le costó muchísimo ser reconocido en Gran Bretaña. Su origen bastardo y de asilo de pobres eran un gran lastre para la clasista sociedad de su tiempo. Su nueva nacionalidad estadounidense y su fama de aventurero sin escrúpulos y cruel con los nativos y las personas bajo su mando pesaron durante mucho tiempo. Era evidente que no era un misionero y su interés era personal. También es cierto que lo impulsaba un deseo de gloria más que ninguna ganancia económica y su capacidad de trabajo y resistencia parecían inagotables. Finalmente cuando regresó a Inglaterra en 1890 la cantidad de sus aventuras era de tal magnitud que su fama ya era incuestionable. Con algunas reticencias fue recibido e invitado a dar conferencias tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, se casó y fue parlamentario durante varios años, después de volverse a nacionalizar británico.
Aunque Stanley fue recibido por la reina Victoria al parecer en una ocasión, no fue nada parecido al trato que tuvo con el rey Leopoldo II de Bélgica, con el que mantuvo una relación abundante, muy cordial y de trato personal. Stanley no cesaba de asegurar que la presencia europea en la África profunda era necesaria y se justificaba para erradicar el tráfico de esclavos que ejercían los musulmanes y favorecer el comercio. Lo del tráfico de esclavos era más bien una excusa para lograr más adhesiones a sus proyectos. Lo que Stanley deseaba por encima de cualquier cosa era reconocimiento personal, gloria y aceptación por parte del género humano. Evidentemente Stanley no sabía de antemano que haría el rey Leopoldo con su nueva colonia y que clase de atrocidades sucedieron.
Henry Morton Stanley vivió una vida apasionante y aprovechó intensamente cada segundo que le tocó vivir, fue un hombre controvertido lleno de luces y sombras. Nunca fue realmente aceptado y la Historia siente cierta incomodidad de su presencia, pero en cualquier caso, no fue más que un hombre de su tiempo: la época victoriana.
(1) según los registros del asilo St. Asaph, Henry/John ingresó en 1847 a los seis años y abandonó la institución el 13-5-1856 a sus 15 años. Por lo que las fechas no concuerdan con lo que él cuenta. Por otro lado en el registro citado figura que causa baja por: 'Gone to his uncle at the National School, Holywell" (se marcha con su tío a...) ninguna mención a que se escapara o sea protagonista de algún nefasto incidente. Claro que, también podría mentir la anotación.
(2) otros datos biograficos:
con su esposa |
En esta autobiografía se eluden deliberadamente, sin duda, casi todos los pasajes que pueden hacer referencia a la vida amorosa de Stanley. Incluso la información de tipo personal de su vida matrimonial también está ausente, debido a que la edición corre a cargo de su esposa.
El 26-4-1890 Stanley regresa a Inglaterra y el 12 de julio se casa con Dorothy Tennant (1855-1926) pintora y de una buena familia. Su padre ha sido parlamentario. Cuando se casan, Stanley es un hombre enormemente famoso, tiene ya cuarenta y nueve años. Ella tiene treinta y cinco, catorce años de diferencia y a Stanley le quedan también catorce años de vida. Dorothy con toda seguridad era una mujer cultivada, pero también una solterona que encontró en Stanley una horma para su zapato y se sentía enormemente realizada en su labor de acompañante de un personaje ilustre y admirado y al que ella también reverenciaba en gran manera. No hay más que leer sus continuos comentarios en la segunda parte de la "Autobiografía" que al fin y al cabo es lo que ella decidió publicar.
Probablemente debido a la edad de Dorothy que hacía más difícil tener hijos, adoptaron un niño que se llamó Denzil y falleció en 1959. Del que no he podido encontrar nada, tan sólo que hizo donación al "Royal Museum for Central Africa" de Tervuren (Bélgica) de nada menos que unos 7.045 documentos diversos. Es una lástima que este tipo de material no esté digitalizado y a disposición en la red, salvo quizá la correspondencia con el rey Leopoldo, en lugar encontrarse en cajas cerradas pendiente de permiso para consultarlas.
- Stanley se nacionalizó estadounidense en 1885
- se renaturalizó británico en 1892
- fue miembro del Parlamento por North Lamberth de 1895 a 1900 por el partido "Liberal Unionst"-
- murió el 10 de mayo de 1904 a sus sesenta y tres años. En 1903 había tenido una apoplejía de la que apenas de recuperó. En abril de 1904 sufrió una pleuritis. El 17 de Mayo se celebró un funeral en la abadía de Westmister, donde también se había casado, pero el canónigo se negó a permitir que Stanley fuera enterrado en la abadía, como lo estaba David Livingstone, por lo que su tumba está en el puelo de Pirbrigh, Surrey.
- se renaturalizó británico en 1892
- fue miembro del Parlamento por North Lamberth de 1895 a 1900 por el partido "Liberal Unionst"-
- murió el 10 de mayo de 1904 a sus sesenta y tres años. En 1903 había tenido una apoplejía de la que apenas de recuperó. En abril de 1904 sufrió una pleuritis. El 17 de Mayo se celebró un funeral en la abadía de Westmister, donde también se había casado, pero el canónigo se negó a permitir que Stanley fuera enterrado en la abadía, como lo estaba David Livingstone, por lo que su tumba está en el puelo de Pirbrigh, Surrey.
Varios:
*
Hay un pasaje del libro muy ilustrativo del abismo entre las formas de pensar entre un político ilustre y un hombre de acción. Se trata de una conversación entre el ex primer ministro W.E. Gladstone y el propio Stanley hacia 1890 cuando este último se halla en la cúspide de su fama:
-Mr. Gladstone- le dije, para ser breve e ir al grano, tratándose de un hombre anciano-, esto es Mombasa, el puerto más grande de África oriental inglesa. Es una ciudad antigua. Se la menciona en las Luisiadas, y no hay duda de que fue visitada por los fenicios. Es muy importante por sus dos fondeaderos gemelos, en los cuales toda la armada británica podría hallar seguro refugio, y...
-Perdone -dijo Gladstone-, ¿dijo usted que es un fondeadero?
-Sí, señor -contesté-, tan amplio que mil embarcaciones podrían cómodamente echar anclas en él.
-Oh, ¿quién lo construyó? -preguntó, dirigiendo hacia mí su mirada imponente.
-Es un fondeadero natural.
-¿Quiere usted decir un puerto o una rada?
-Es un puerto, por cierto, y es una rada a la vez, que, nivelados los mogotes, se...
-Pero, permítame, un puerto es una construcción artificial.
-Disculpe, señor; una dársena es una construcción artificial, pero un puerto tanto puede ser natural como artificial, y...
[...] sus ojos (Galdstone) se posaron en dos picos aislados.
-Permítame un momento -me dijo-; ¿cómo se llaman estas dos montañas?
-Estos, señor, son los picos Gordon Bennett y Marckinnon.
-¿Quién les ha dado esos nombres absurdos? -preguntó arrugando el entrecejo.
-Yo, señor.
-¿Con qué derecho?
-Con el derecho del primer descubridor, pues aquellos dos señores patrocinaban la expedición.
-¿Cómo puede usted decir tal cosa cuando Herodoto habló de esas montañas hace veintiséis siglos y las llamó Crophi y Mophi? Es intolerable que nombres clásicos como ésos hayan a verse desplazados por nombres modernos, y...
-Le ruego me permita una interrupción, Mr. Gladstone. Crophi y Mophi, si acaso existieron, estaban situadas más de mil quinientos kilómetros al norte. Herodoto escribió por referencias de terceros y...
-¡Oh! Esto es increible.
-Bien, Mr. Gladstone -repuse-, ¿podría contar con su favor en este proyecto mío de construir un ferrocarril hasta Uganda (**), destinado a la supresión de la trata de esclavos, si yo hiciera los arreglos para que Crophi y Mophi sean los nombres de las dos montañas, en lugar de Gordon Bennet y Mackinnon?
- ¡Oh, eso nunca! Eso es soborno y cohecho, lisa y llanamente.
(pág. 628-629)
*
Hay un pasaje del libro muy ilustrativo del abismo entre las formas de pensar entre un político ilustre y un hombre de acción. Se trata de una conversación entre el ex primer ministro W.E. Gladstone y el propio Stanley hacia 1890 cuando este último se halla en la cúspide de su fama:
-Mr. Gladstone- le dije, para ser breve e ir al grano, tratándose de un hombre anciano-, esto es Mombasa, el puerto más grande de África oriental inglesa. Es una ciudad antigua. Se la menciona en las Luisiadas, y no hay duda de que fue visitada por los fenicios. Es muy importante por sus dos fondeaderos gemelos, en los cuales toda la armada británica podría hallar seguro refugio, y...
-Perdone -dijo Gladstone-, ¿dijo usted que es un fondeadero?
-Sí, señor -contesté-, tan amplio que mil embarcaciones podrían cómodamente echar anclas en él.
-Oh, ¿quién lo construyó? -preguntó, dirigiendo hacia mí su mirada imponente.
-Es un fondeadero natural.
-¿Quiere usted decir un puerto o una rada?
-Es un puerto, por cierto, y es una rada a la vez, que, nivelados los mogotes, se...
-Pero, permítame, un puerto es una construcción artificial.
-Disculpe, señor; una dársena es una construcción artificial, pero un puerto tanto puede ser natural como artificial, y...
[...] sus ojos (Galdstone) se posaron en dos picos aislados.
-Permítame un momento -me dijo-; ¿cómo se llaman estas dos montañas?
-Estos, señor, son los picos Gordon Bennett y Marckinnon.
-¿Quién les ha dado esos nombres absurdos? -preguntó arrugando el entrecejo.
-Yo, señor.
-¿Con qué derecho?
-Con el derecho del primer descubridor, pues aquellos dos señores patrocinaban la expedición.
-¿Cómo puede usted decir tal cosa cuando Herodoto habló de esas montañas hace veintiséis siglos y las llamó Crophi y Mophi? Es intolerable que nombres clásicos como ésos hayan a verse desplazados por nombres modernos, y...
-Le ruego me permita una interrupción, Mr. Gladstone. Crophi y Mophi, si acaso existieron, estaban situadas más de mil quinientos kilómetros al norte. Herodoto escribió por referencias de terceros y...
-¡Oh! Esto es increible.
-Bien, Mr. Gladstone -repuse-, ¿podría contar con su favor en este proyecto mío de construir un ferrocarril hasta Uganda (**), destinado a la supresión de la trata de esclavos, si yo hiciera los arreglos para que Crophi y Mophi sean los nombres de las dos montañas, en lugar de Gordon Bennet y Mackinnon?
- ¡Oh, eso nunca! Eso es soborno y cohecho, lisa y llanamente.
(pág. 628-629)
** también es muy revelador de cómo podían evolucionar los proyectos coloniales:
En 1890, la Mackinnon Company entró en Uganda, donde, gracias a los territorios que yo le entregara, la compañía extendió su dominio desde Mombasa hasta ... la compañía se mantuvo soportando el enorme peso de los gastos de manutención de las comunicaciones abiertas entre Uganda y el mar, pero pronto se hizo evidente, que las responsabilidades eran demasiado onerosas para la compañia.
El transporte de provisiones a Uganda para el sustento de las fuerzas de ocupación era demasiado costoso. Cada tonelada que llegaba a Uganda para el sustento de las fuerzas de ocupación requería un gasto de trescientas libras esterlinas; esto es, considerando que se necesitaban cuarenta hombres para conducir una tonelada, y siendo la distancia de tres meses de viaje desde la costa -con poco menos de ese tiempo para el regreso-... (pág. 670)
En 1890, la Mackinnon Company entró en Uganda, donde, gracias a los territorios que yo le entregara, la compañía extendió su dominio desde Mombasa hasta ... la compañía se mantuvo soportando el enorme peso de los gastos de manutención de las comunicaciones abiertas entre Uganda y el mar, pero pronto se hizo evidente, que las responsabilidades eran demasiado onerosas para la compañia.
El transporte de provisiones a Uganda para el sustento de las fuerzas de ocupación era demasiado costoso. Cada tonelada que llegaba a Uganda para el sustento de las fuerzas de ocupación requería un gasto de trescientas libras esterlinas; esto es, considerando que se necesitaban cuarenta hombres para conducir una tonelada, y siendo la distancia de tres meses de viaje desde la costa -con poco menos de ese tiempo para el regreso-... (pág. 670)
No es raro que Stanley se interesara tanto por la construcción de un ferrocarril que hubiera abaratado los costes. Cuando Mackinnon solicita ayuda financiera al gobierno para asegurar la posición, se la niegan.
Finalmente: el juicio de la historia Statue of Henry Morton Stanley, originally erected in 1956 on top of Mont Ngaliema |
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