La noche que llegué al Café Gijón (1977), Francisco Umbral

"La noche que llegué al Café Gijón"  (1977)

Francisco Umbral  (1932-2007)

Austral 2012, 286 pág.

-memorias-


"La primera noche que entré en el Café Gijón puede que fuese una noche de sábado..." Así empieza la narración, de lo que será un paseo por los recuerdos del escritor en su llegada al café a principios de los años sesenta.

Venía Umbral de su Valladolid a leer unos cuentos en el Ateneo invitado por el poeta José Hierro. Su intención era probar suerte en la capital hasta que se le acabaran los pocos ahorros o tuviera éxito. Pero el éxito era muy esquivo en esa época, y en ésta también. Era un mundillo entonces, en el que se valoraban sobre todo las amistades y los conocidos a la hora de encargar algo o publicar. Hemos pensado que eso era parte del franquismo y estaba superado, pero seguimos enlodados en lo mismo.

A Umbral le costó hambre, sudor y lágrimas, y suelas de zapatos, hacerse un nombre. Una batalla diaria contra el desaliento y las pocas perspectivas. Pero finalmente lo logró. Aunque la posmodernidad parece negarle un puesto que se merece.


Es este un libro de recuerdos, muy bien recordados. De pasar lista a todas las personas que como él habitaban el Café Gijón en esos años sesenta. Lugar de encuentro de artistas y de tertulias fijas de poetas, pintores, escritores y toda clase de fauna que quería ver lo qué pasaba en ese lugar que ya aparecía en guías de viaje para turistas. Ver y hacerse ver, y quizá por un café para toda la tarde, de cuando eso podía pasar en estos locales.

Desfilan por el libro incontables nombres. La mayoría nadie los recuerda, aunque sean importantes. Todos ellos tienen su descripción, su retrato fino y conciso, incluso amable. En 1977 Umbral aún no se había puesto turbio con todos (aunque su hijo ya había muerto). Bueno, con algunos sí. Tótems como Baroja o Azorín. También habla bastante de la vocación de escribir.

Aparte de las personas que deambulaban por el Gijón y sus aledaños, el Ateneo, la redacciones de diarios, las editoriales... todo ello como una constelación lenta, pero incesante en la búsqueda de su lugar en sol, hay también, la descripción de una época. Sobre todo con sus miserias. Como si todo se moviera en medio de una bruma opaca, con una necesidad tremenda de que las cosas se aireen y se cuele la luz por algún sitio.

Hay en Umbral un estilo que dicen ahora que no es el correcto. Se apoya en el adjetivo: cada sustantivo tiene sus tres adjetivos. Dicen que lo que hay que potenciar son los verbos y los sustantivos. Puede que ese aspecto le de a Umbral cierto aire antiguo, pero también muy poético. Sus metáforas son preciosas y todos sus juegos de lenguaje.

A mí me gusta mucho como escribe y su sentido de la ironía, y su desengaño de cualquier cosa por venir.

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