( The Noise of Time, 2016 )
Julian Barnes
Ed. Anagrama 2016, Panorama de Narrativas, 199 pág.
Esta es la última novela publicada del autor británico Julian Barnes (1946). Al contrario de lo que me sucedía con Ian McEwan, de Barnes había leído varias obras suyas.
En este trabajo Barnes nos propone una alternativa a la explicación de la vida del compositor ruso Dimitri Dmítrievich Shostakóvich (1906-1975), el cual permaneció en Rusia durante todo el periodo soviético en un aparente estado de colaboración con los diferentes regímenes comunistas.
Según Barnes y lo cierto es que parece lo más probable, Shostakóvich era un hombre muy introvertido al que solo le interesaba su música. Quizá cobarde. Nunca se le hubiera pasado por la cabeza huir a Occidente. Pendiente siempre de que lo fueran a buscar para depurarlo y matarlo, pero al mismo tiempo incapaz de imaginar algo distinto a lo que lo rodeaba.
Aparentemente participó en toda clase de actos de adhesión al régimen, firmó todo lo que le pusieron por delante sin leerlo e incluso se afilió al Partido al final de su vida, pero siempre movido por el terror y el anhelo de que lo dejarán en paz con su música.
" ¿Qué podía oponerse al ruido del tiempo? Sólo esa música que llevamos dentro -la música de nuestro ser- que algunos transforman en auténtica música. Que a lo largo de décadas, si es lo suficientemente fuerte y auténtica y pura para acallar el ruido del tiempo, se transforma en el susurro de la historia." (pág. 140)
Es una visión del infierno desde dentro. Y crítica a los que visitaban el país de paso y lo glorificaban, o los que se decían comunistas pro soviéticos viviendo en Occidente.
Ha habido momentos en los que me ha recordado al Milan Kundera de los primeros tiempos, quizás por las alusiones a Stalin, pero también es verdad que hace mucho tiempo que leí al escritor checo. En cualquier caso es una aportación interesante narrada desde un punto de vista de tercera persona introspectiva, que casi parece en primera persona.
"...La guerra, sin duda, terminaría, a no ser que no terminase nunca. El miedo persistiría, y la muerte injustificada, y la pobreza y la suciedad; quien sabía si subsistirían para siempre. Y, sin embargo, una tríada compuesta por tres vasos de vodka no muy limpios y su contenido era un sonido que surgía nítido del ruido del tiempo, y sobreviviría a todos y a todo. Y quizá, finalmente, era lo único que importaba" (pág. 196)
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