Al otro lado del río y entre los árboles, Ernest Hemingway

"Al otro lado del río y entre los árboles"

(Across the River and into the Trees, 1950)

Ernest Hemingway

Ed. Debolsillo (Penguin Random) 2017, 251 pág.

(trad. Miguel Temprano)

En mi último libro comentado, la ficción Adiós, Hemingway” (2000)  de Leonardo Padura, con el que yo compartía puntos de vista sobre el escritor de Illinois, recomendaba de forma especial dos textos: un relato corto y una novela, que yo no había leído.

El relato corto era "El gran río Two-Hearted o El río de los dos corazones" (Big Two-Hearted River, 1925) que no me ha gustado en absoluto. Un hombre solo, vuelve a un lugar que conocía para pescar. Hay un trasfondo de un espacio que ha cambiado, pero el río y las truchas son las mismas. El hombre (en el sentido exclusivo masculino) y la naturaleza, sentirse como un hombre, pescar (o cazar) como algo que nos devuelve el sentido de nosotros mismos. Bien. Pero, el regodeo en cómo se mata a los peces en un acto de placer, no de necesidad para comer y aunque también se explique cómo debe hacerse para no estropear los peces que no van a ver pescados... es algo que me desagrada profundamente. No puede hacerse buena literatura de cómo se mata por placer. Aparte de que para la economía de palabras que alardea usar Hemingway, el relato siendo muy corto, usa la palabra "mochila" dieciocho veces. Muchas. Y lo que pesa la dichosa mochila, que seguro es una metáfora de las vivencias negativas acumuladas con los años, pero no es necesario repetirlo tanto.

En cuanto al libro recomendado por Padura, "Al otro lado del río..." me pasa algo parecido, aunque con más matices y elementos. Su argumento consiste en unos días que pasa el cincuentón, envejecido y enfermo coronel Richard Cantwell en Venecia, para cazar patos y encontrarse con un amor, la condesa Renata de diecinueve.

Los primeros capítulos en los que hay un salto adelante con la cacería de patos, muy similar por otro lado a la pesca del cuento anterior, y un flashback con la llegada a Venecia con su chófer militar, el encuentro con los paisajes de sus dos guerras anteriores (primera y segunda guerras mundiales), el hotel con sus empleados/amigos/hermandades masculinas inventadas, lugares de peregrinación: el bar Harry's (donde uno no quiere ver a nadie, pero se muere por ser reconocido).

"me gusta la gente nos vea, pero no quiero ver a nadie" pág. 218

En fin toda esa primera parte tiene su personalidad y mérito, que le reconozco aunque no me guste. Hay también algo que me sorprende sobremanera, porque hace mucho tiempo que no lo leía/veía. Ese mundo ultramasculino, esa necesidad y orgullo de ser un hombre en un mundo hecho para los hombres, en el que las mujeres ocupan o altares como musas, o como seres invisibles. No es únicamente que los hombres fumen o beban (en exceso), que cazen o pesquen, o que hagan la guerra, es más, es mucho más.

Después el coronel se encuentra con Renata. Él más de cincuenta años, ella menos de veinte.  Él acabado físicamente y ella una musa idealizada. Comprendo que más que nada es una idealización de una juventud perdida y la constatación de una próxima muerte, pero, la relación con la chica es "horrorosa".  Unos diálogos vagos que dan vergüenza leerlos y escribirlos. Unas preguntas y unas respuestas de salir corriendo y no parar. Como cuando en las películas estadounidenses se está cayendo el mundo y no cesan de preguntarse unos a otros "estás bien", "estas bien". Yo esa relación y motivaciones no las entiendo: las esmeraldas en el bolsillo para dar confianza, pelarse de frío en un góndola, el numerito del cuadro... ¿Se acuestan juntos o no? ¿Él no puede? ¿Solo se magrean porque él es divorciado y no puede casarse? Deberíamos volver a los años cincuenta para comprender algo.

Aparte de todo ésto, hay algo que me resulta insoportable. Que el coronel llame a la chica continúamente, todo el tiempo: "hija" (daugther-dato que he comprobado en inglés/lo dice noventa y nueve veces=99 en 251 págs./es lo malo que tiene la informática, puedes controlar estos detalles) jugando de forma estúpida con la ambiguedad de que ella puede ser su hija por la edad. Es un recurso irónico que ha envejecido muy mal, pero que muy mal.

Hay también una parte, quizá salvable, de todo lo que le cuenta a la chica sobre la guerra. También es cierto que, entre todo el material hay frases inspiradas, pero hay que buscarlas como si fueras un minero.

"llevamos una vida demasiado nómada para tener cristal del bueno"
(pág. 117)
"Los que no mentían se permitieron algunas exageraciones y los mentirosos se exhibieron en todo su esplendor"
(pág. 228)

A pesar de que estas dos recomendaciones hayan sido tan poco afortunadas, me quedo con lo que ya sé que me gusta de Hemingway: algunos cuentos, entre ellos "Colinas como elefantes blancos" o "Los asesinos", y de los libros, sobre todo "París era una fiesta" (A Moveable Feast, 1964)*, donde asistimos al divertido experimento de redartar un libro autobiográfico para quedar bien y quedar como el culo de mal.

"Ya sabrás que la felicidad es una fiesta movible" (moveable feast) pág. 61

Mary (esposa de Hemingway), Hemingway y Adriana Ivancich que fue su inspiración para el personaje de Renata

 En esa foto, la pobre señora Mary Welsh Hemingway (su esposa de 1946-1961) en cualquier caso una santa, aguantando el capricho "platónico" de su marido por la noble italiana. Ya sabemos que Ernest sentía debilidad por lo español, pero esta señorita es lo más parecido que podemos encontrar a nuestra Pasionaria de joven.


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