Sylvia Plath, biografía (1987)

"Sylvia Plath"

(Sylvia Plath: A Biography, 1987)

Linda W. Wagner-Martin

Ed. Circe 1989/2001, 305 pág.

-biografía-

Quien más o quien menos se ha forjado una imagen de la poetisa estadounidense Sylvia Plath (1932-1963), muerta por suicidio, como una víctima de la infidelidad de su marido, el también poeta Ted Hughes.
También nos hemos creado un ideal de poetisa intensa, sensible, feminista, de una delicada y frágil personalidad y seguramente de un carácter anímicamente inestable, como imaginamos deben de tener los artistas y en especial los poetas.
Pero leyendo esta biografía y además su novela "La campana de cristal" que tiene un carácter profundamente autobiográfico, aunque pretenda ser una historia de ficción, podemos llegar a conclusiones diferentes sobre la personalidad de la poetisa americana.
Lo que encontramos es a una persona extremadamente competitiva (de esa manera tan típicamente norteamericana, pero que vemos más en otro tipo de profesiones), incapaz de soportar el fracaso. Brillante en los estudios, pero porque le dedica las veinticuatro horas del día y participa en todas las actividades posibles. De forma que, cuando todavía no ha ido a la universidad ya necesita de pastillas para dormir. Pero ella no se conforma con ese éxito académico, además quiere tener éxito social, amoroso y a ser posible desahogo económico. Lógicamente todo no puede ser y esa misma frustración impide que se relacione de la forma adecuada. Es una chica que intimida a los demás.
Por otro lado, su carácter es rígido, poco flexible, calculador y controlador. Le cuesta mucho adaptarse y no soporta las novedades o los cambios.
***
Sylvia nació en el seno de una familia de ascendencia alemana de clase media. Sus padres eran profesores. El padre con una dedicación plena e intenso trabajo de publicaciones que le ocupaba todo su tiempo. La madre, de momento retirada para atender la casa. Sylvia fue la mayor, después vino su hermano.
La niña descubrió muy pronto que la única manera de obtener la atención de su padre era destacando: hacerlo todo muy bien, comer mucho, ser la más lista del parvulario... destacar. Su madre también alentaba esta faceta. Al parecer esa sería su característica más señalada en el futuro, sin que se pueda saber si fue algo alentado de forma artificial o bien se correspondía con la propia personalidad de la niña.
Cuando todavía no había cumplido los diez años perdió a su padre, que era su favorito, por enfermedad. Su madre ha de volver a enseñar y el nivel económico de la familia desciende, pero son ayudados por los abuelos que conviven con ellos. Sylvia es una gran estudiante con sobresalientes en todo, pero a costa de todo su tiempo y energía. Comprensible quizá cuando está en la universidad y debe de justificar su beca, pero es algo que va con ella desde el parvulario.
Tiene pocas amigas porque dedica todo su tiempo a estudiar y la ven como demasiado empollona. Siente una gran preocupación por los chicos y las relaciones que puede tener con ellos. En principio no tendría que tener problemas ya que es una chica de aspecto nórdico y bastante guapa. Su éxito es moderado por su personalidad intimidante. Anota en su diario cuando tiene dieciséis años:
1948-1949: Chicos con los que he salido:
me lo pidieron ellos   4
se lo pedí yo               19 (7 rehusaron)
citas en total               12 + 4 = 16

Cuando llega a la universidad para cursar lo que puede entenderse como estudios literarios sigue con su mismo estilo. Trabajar a tope y participar en cuantas actividades le sea posible. Tiene una beca y reside en los alrededores. También siguen sus poblemas para dormir y la regla no le baja todos los meses. Así como fiebres, resfriados/gripes y sinusitis que repetirá a lo largo de su vida. Inicia su exploración de su sexualidad con encuentros con diferentes amantes.
Cuando se encuentra en tercero de carrera cae en una depresión profunda que la lleva a un intento serio, pero frustrado, de suicido. Antes ha pasado unas semanas como premiada por una revista junto con otras jóvenes en Nueva York. Es internada en varias insituciones mentales y tratada con electroshock y otras terapias discutibles, pero propias de la época. Todo ello dura un trimestre y se reincorpora de nuevo a sus estudios. Curiosamente el suceso la dota de cierta aureola frente a sus compañeras.
El Smith College era y es (?) una universidad (exclusivamente) femenina situada en Northampton, Massachusetts de un gran prestigio en Estados Unidos. En ese momento de finales de los años cincuenta todo ese gineceo junto, aparte de explorar sus posibilidades intelectuales como pocas mujeres podían hacer en ese momento, se debatían entre la llamada del triunfo como profesionales y el deseo generalizado de lograr también cazar a un buen marido e integrarse en lo más tradicional de la cultura femenina. Debido a esta contradicción era habitual los casos de intento de suicidio, depresiones, abandonos a media carrera y oscuras desapariciones debidas a embarazos inoportunos. Ellas estudiaban en el Smith College pero tenían el ojo pegado al cercano Yale con su constelación de chicos ricos e inteligentes.
Sylvia termina su carrera y no cabe de contenta al obtener una beca fabulosa para estudiar durante dos años en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra. Aquí ya se advierte con claridad la personalidad de la escritora, que pasa de la euforia a la depresión con extrema facilidad. Se ilusiona al máximo con algo que ella pretendía y pinta un futuro magnífico, pero después cuando debería disfrutar de lo obtenido, empieza a encontrar pegas y conflictos.  En el futuro todo seguirá la misma tónica: euforia y depresión = trastorno bipolar.
Leyendo esta biografía se advierte que Sylvia tenía lo que se conoce como trastorno bipolar, que en aquel momento no se conocía como enfermedad, por lo que no podía tratarse adecuadamente. Esta es una opinión personal. No lo menciona la biografía, pero sí que es sugerido en otros lugares. Es la total sensación que me produce su comportamiento y finalmente su suicidio.

Cuando Sylvia está en Inglaterra conoce al poeta inglés Ted Hugues y tienen un flechazo. No tardan mucho en casarse y su relación es intensa, pero pronto deben de enfrentarse a su problema económico: son dos poetas y los poetas tienen pocos ingresos.
Desde el principio, Sylvia afronta su matrimonio sin visión. Asume responsabilidades laborales que no puede atender (profesora en el Smith College) durante una estancia de los dos en Estados Unidos. Lleva mal combinar lo que se espera de una esposa de los cincuenta con querer escribir, y además ella por su cuenta pretende impulsar la carrera de su marido pasándole borradores a limpio y la relaciones con las editoriales. Encima él tiene éxito, todo lo que escribe parece de calidad.
La pareja tiene intereses demasiado iguales para que los dos despunten y encuentren su espacio. Sylvia se agobia con todo. Necesita todo el tiempo del mundo para ella, pero tiene dos niños: la niña Frieda y el niño Nicholas (*). Cuando las cosas se estancan decide comprar una maravillosa casa de campo en Devon (a pesar de su economía precaria). Una vez instalados la casa ya no le parece ideal y la encuentra demasiado vieja. Imposible de calentar y con un huerto inmenso que aumenta su trabajo, porque según ella debe recolectar los manzanos, hacer miel y mil cosas más. Además encuentra tiempo para su poesía.
Su relación con Ted, que siempre ha sido tormentosa se acerca a su fin. Él ha conocido a Assia, otra poetisa. Sylvia deja Devon y vuelve a Londres con sus niños. Es invierno y lo que prometía una vuelta a la civilización y la posibilidad de ver a amigos se estrella ante la falta de teléfono y una climatología profundamente adversa, con nieve y hielo.
Poco a poco va cayendo un una depresión más profunda. Ha estado enferma como de costumbre. La trata un psiquiatra con un antidepresivo (algunos antidepresivos causan deseo de suicidio) que no le está haciendo efecto. El 11 de febrero de 1963 después de tomarse somníferos se suicidó con el gas de la cocina. Tenía treinta años. Había sellado las puertas con esparadrapo y colocado toallas para que el gas no llegara a la habitación de los niños que dormían. Les dejó un vaso de leche.

Sylvia había asumido que la relación Ted estaba terminada, no era un acto para llamar su atención. Llegó un momento en que no pudo más, sus fuerzas la habían abandonado y no tenía una mano en la que apoyarse. Por otro lado, la poesía que había escrito en esos últimos meses la habían llevado a lo más hondo de su oscuridad, haciéndola mejor poetisa, pero también dejándola en un pozo sin fondo.

Ted pudo pensar que ella saldría adelante sola, ya que también daba la imagen de persona muy segura. Reaccionó como gran parte de los hombres de esa generación: con egoísmo e irresponsabilidad. Pero sin maldad específica.

Sylvia solo había publicado un libro de poemas en vida "El coloso", todo lo demás había sido en revistas. Pronto apareció su libro "La campana de cristal" que ella se había encargado que se publicara (con seudónimo). El resto de su obra fue administrado por el que había sido su marido con un criterio discutible en cuanto a contenido y en cuanto a eliminación del diario de la autora en sus últimos tiempos, así como una novela en proyecto.

Ted Hugues continuó su relación Assia Wewill. Seis años después de la muerte de Sylvia, Assia se suicidó también con el gas de una estufa muriendo ella y la hija de ambos de cuatro años. En 1970 Ted se volvió a casar con Carol una enfermera. Murió en 1998 a sus sesenta y ocho años por infarto, aunque tenía cáncer de colón  Está considerado el mejor poeta inglés de su generación.

En los primeros tiempos de casados, Sylvia encontró un pájaro muribundo al que trató de revivir durante más de una semana. Ted finalmente, viendo que tal esfuerzo era inúltil, decidió que el pájaro muriera con el gas de la cocina.
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De los dos niños que tuvo Sylvia, Nicholas, el niño fue una persona solitaria y con tendencias maníaco-drepresivas que se refugió como profesor en la Universidad de Alaska. Terminó suicidándose en el 2009. Se ahorcó. Tenía 47 años.

Frieda, la niña, es escritora y columnista de la prensa británica. También ha luchado contra sus demonios: "Una lucha de la que ella misma puede dar fe. Porque Frieda –excelente escritora y columnista de la prensa británica– ha publicado artículos sobre sus batallas contra sus demonios mentales, materializados en trastornos depresivos, anorexia e incluso esclerosis múltiple".
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